BRICS y la trampa de mirar al norte: cómo Milei entrega el agro argentino a Estados Unidos

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Basado en la crónica de Matías JaureguiMP25M ( https://lateclaenerevista.com/brics-la-trampa-de-mirar-a-estados-unidos-y-la-m-amarilla-en-tandil-por-matias-jauregui/ )

Mientras Europa impone barreras ambientales para proteger sus cadenas productivas y China firma acuerdos bilaterales que aseguran alimentos por décadas, Argentina parece haber quedado a la deriva. El gobierno de Javier Milei, en lugar de fortalecer su soberanía comercial, se arrodilla ante la política exterior de Estados Unidos.

El problema no es solo político, sino económico y estructural. Mientras Brasil se potencia dentro de los BRICS y negocia directamente con China e India, los productores argentinos venden a precios castigados. En Paranaguá, la tonelada de soja se paga a 430 dólares; en Rosario, apenas a 310. Una brecha de 120 dólares por tonelada que no se explica solo por retenciones: es el costo de quedar fuera del bloque.

La comparación con Brasil resulta demoledora. Con una política cambiaria inteligente y un Banco Central que defiende su producción, los agricultores brasileños apenas sintieron la baja del maíz. En Argentina, en cambio, el modelo Milei expone a los productores a los vaivenes del dólar y a un mercado sin amortiguadores.

La paradoja es que, mientras en el mundo los países fortalecen sus economías internas y aplican políticas proteccionistas —como lo hizo Donald Trump frente a China—, el presidente argentino opta por abrir de par en par la economía, desmantelar al Estado y entregar el control de los precios internacionales. En el discurso se promete “libertad”, pero en la práctica se consolidan nuevas dependencias.

Estados Unidos concentra apenas el 8,5% de las exportaciones argentinas, y en materia agroindustrial, menos del 4%. Los principales destinos del campo nacional siguen siendo asiáticos: China compra el 76% de la carne vacuna que sale del país, muy por encima de Israel, Alemania o Chile.

Sin embargo, el relato mediático instalado por los grandes grupos económicos insiste en vender la ilusión del “gran negocio con el norte”, ocultando que lo que EE.UU. demanda de Argentina no son alimentos, sino minerales, acero, petróleo, litio y cobre. La subordinación no trae beneficios al pueblo trabajador ni al productor rural; solo consolida la primarización de la economía.

El fenómeno tiene su espejo simbólico en Tandil. Allí, la inauguración del primer McDonald’s local fue celebrada como un signo de “progreso”. Pero detrás de cada combo vendido hay un peso que no va a parar a las pizzerías, bares y restaurantes de barrio. La postal se repite a escala nacional: capitales extranjeros que extraen riqueza y trabajo, mientras la industria local se apaga lentamente.


El ingreso a los BRICS no es un gesto ideológico, sino una estrategia de supervivencia. Significa comerciar en monedas propias, reducir la dependencia del dólar y reabrir el acceso a los principales mercados de proteínas vegetales del planeta. Mientras Brasil, India y China consolidan soberanía, Argentina elige volver a los ‘90: un modelo de país abierto, endeudado y subordinado.

En definitiva, la “M” amarilla de Tandil es mucho más que un local de comidas rápidas: es el símbolo de un proyecto que celebra la entrega como si fuera modernidad.


Mientras el mundo se protege con acuerdos regionales, Milei subordina la economía argentina a Estados Unidos. Los productores agropecuarios cobran menos y el país queda fuera del bloque BRICS.
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